¿Atiendes o te distraes?

Por norma general, se suele decir que el ser humano tiene un tiempo limitado de atención, y qué, inmediatamente después, su mente divaga y salta de una cosa a otra, impidiendo mantenerla más allá de unos pocos minutos de forma natural.

La Wikipedia define este intervalo de atención como la capacidad que un individuo tiene para mantener su concentración en una sola tarea o estímulo, sin ser distraído por otros en su entorno, y se enfatiza en que la capacidad de enfocarse en un objetivo es muy necesaria para el aprendizaje, y para completar satisfactoriamente cualquier proyecto. En general, el intervalo de atención de una persona, por supuesto, será distinto para diferentes estímulos, ya que es más fácil, por ejemplo, que un niño preste atención por un largo intervalo a la televisión que a un discurso político. También se suele explicar, que, en general, un intervalo de atención demasiado corto reviste un problema, y, en casos extremos, puede ser parte de una patología o un trastorno del aprendizaje.

El caso es que, el hecho de que todos tengamos generalmente poca capacidad y poder de concentración, de nuevo, y por mucho que suene reiterativo, es producto de la manera en la que estamos hechos y programados.

Un potencial mental impresionante
La mente humana tiene un potencial increíble, enorme, inimaginable para nosotros, y la concentración y la focalización son herramientas que la vuelven poderosa y potencialmente inigualable a la hora de mover energía, de crear y manifestar, etc. La atención como herramienta es la capacidad de focalizar y mantener la concentración en algo, la distracción es la habilidad de los mecanismos de limitación humana de evitar que eso ocurra.

Así, la distracción está basada en una constante puesta en marcha de los programas de la psique para irse de un lado a otro, de una cosa a otra, de saltar de un escenario al de más allá, para mantenernos, esencialmente, sin poder focalizar toda nuestra energía y capacidades de forma natural en una sola cosa al mismo tiempo, algo que facilitaría enormemente la cristalización y materialización de los objetivos de cada uno, al menos en el aspecto práctico de la atención a una acción que estemos ejecutando. Esto es debido a que, donde pones tu atención, allá va tu energía, y dónde pones tu energía, allá va tu realidad, de forma que, estando dispersos en múltiples cosas y aspectos, y saltando regularmente en la mente de uno a otro, se dispersa esa energía, y, por lo tanto, se dificulta y ralentiza la consecución o finalización de cualquier cosa que tengamos entre manos.

El esfuerzo de mantenerse atento
¿Porqué nos cuesta tanto mantenernos atentos? Porque la mente y el ego, se “aburren” si no reciben estímulos constantes que le permitan mantener un alto estado de actividad y ajetreo, ya que mantener la atención en algo es como ponerlos en stand-by temporalmente, domando, dirigiendo y “estancando” estos procesos, y obligando parcialmente a acallar el ruido interior para estar por lo que hacemos, y eso, como todo, sigue yendo en contra de las rutinas básicas del ego, ya que cuando estamos atentos y focalizados hacemos que entre la consciencia necesaria para estar presentes “en algo”.

Y es que para estar atento realmente, hay que estar “presente”, para estar presente hay que forzar la existencia en el “aquí y ahora”, y eso es algo que la mayoría de mecanismos automáticos que tenemos no pueden o saben gestionar.

El poder de la voluntad para mantener la atención
El proceso de mejorar la atención está ligado al poder de la voluntad. Sin la voluntad de estar atentos no hay desarrollo de la capacidad de mantenerse concentrado durante más y más tiempo. La voluntad, además, depende de varios componentes, tales como la glándula pineal o el tercer chakra posterior, así como de programas que forman parte de las esferas mentales. A mayor desarrollo de la voluntad, más fácilmente se recupera la atención puesta sobre algo cuando nos hemos despistado y hemos vuelto a evadirnos divagando sobre cualquier cosa, bien porque hemos recibido un estímulo externo que ha hecho saltar algún patrón de pensamiento, bien porque simplemente el ego ha detonado un recuerdo que te lleva mentalmente a cualquier tipo de escenario, donde te alejas de aquello en lo que estabas focalizado.

En las prácticas meditativas, por ejemplo, esta es una de las cosas en las que con mayor frecuencia uno termina cayendo, y, por ende, muchas de las técnicas que existen para ayudarnos a calmar nuestros procesos mentales, insisten en aprender a domar, como si de un caballo salvaje se tratara, el habito de la distracción para potenciar la cualidad y herramienta de la atención.

Aprendamos a mantener la atención
Si todos nosotros consiguiéramos estar 100% atentos a lo que hacemos en cada momento, rara vez estaríamos funcionando en piloto automático, con lo que rara vez nos dejaríamos influenciar por programas, patrones y pensamientos que pudieran detonarse por la cantidad de estímulos externos que recibimos.
La atención, como tal, es un mecanismo que nos permite concentrar energía en algo, la distracción es un hábito y rutina que la dispersa. Hagamos lo que hagamos, aprendamos a mantener la atención y estar presentes en todo, y ejercitemos la voluntad para no dispersarnos y desaprovechar el potencial que podamos poner en todo aquello que hacemos.

¿Engañamos o nos sinceramos?

Engaño o sinceridad

Los dos conceptos que vamos a abordar hoy están basados en las reglas del juego de una sociedad en la que, al no poder ver, saber, percibir o ponerte directamente en la piel y en la psique de las otras personas, es difícil, en muchos casos, distinguir el uso de uno de ellos respecto al otro.

¿Por qué es tan sencillo que se engañe a la opinión pública respecto a cualquier tema, solo por el hecho de saber usar unas técnicas que se basan en la forma en la que el ser humano decodifica la realidad? ¿Por qué se usa el engaño como un arma de manipulación para conseguir objetivos que no se pueden conseguir siendo sinceros?

Una cualidad elevada vs un mecanismo del ego

En general, la sinceridad, como “arquetipo”, es una cualidad del espíritu, del ser, del Yo Superior, de aquello a cómo llaméis a las partes más elevadas del ser humano, que manifestada en la personalidad, otorga un comportamiento noble y elegante, directo, alineado con la verdad de esa persona (o de ese ser) a la hora de entenderse con los demás.

El engaño, por el contrario, es un mecanismo de defensa y gestión de la realidad del ego, que tiene por objetivo conseguir todo lo que necesita para sus propios intereses de la manera que considere conveniente. Puesto que el programa ego tiene por particularidad y programación ver todo y a todos como separados y diferentes a si mismo, no tiene problema en crear los diferentes Yos, patrones y programas de la personalidad que usarán el engaño como una de las múltiples formas de gestión de las situaciones encontradas a diario en la sociedad actual, mientras que, en el otro extremo, nuestro ser,  etc., al ver a todos siendo parte de todos, y saber que todos estamos conectados con todos, tiende a decantarse siempre por la vía directa de la sinceridad para aquello que necesita, ya que solo siendo claro con aquellos a los que se percibe (desde otros niveles de consciencia), como parte de uno mismo (en otros niveles de existencia), se hace sencillo y alineado con las leyes y procesos que rigen la vida el gestionar esa misma realidad y existencia.

Alineación con el arquetipo “verdad”

Así, el engaño no está alineado con el arquetipo de la verdad, la energía pura que define este concepto, que existe como tal a niveles mentales y causales. Por lo tanto, el engaño genera, y pone en marcha, situaciones de causa y efecto que se moverán con la misma energía y en la misma dinámica, y que, una vez puestas a rodar, ya no hay quien pare las bolas que se crean. Así, el engañador en algún momento será engañado, causa y efecto, pero no sabrá que recibe el engaño porque en algún momento engañó, simplemente maldecirá a quien le ha engañado, proceso que, seguramente, viene porque en otra situación anterior quien le engañó fue también engañado a su vez, y esto se remonta al inicio de los tiempos. La sociedad, de esta manera, vive tratando de obtener lo que sea como sea, sutilmente en la mayoría de los casos, en otros a gran escala y con engaños masivos, pero siempre es una cuestión de ego y personalidad, no del ser o Yo Superior o niveles elevados de consciencia.

La sinceridad, por otro lado, también nos dicen que no siempre es buena, ya que el receptor de esos brotes de sinceridad que todos tenemos a veces, no sabe encajar, no puede decodificar o no acepta este tipo de comunicaciones en formato “verdad”, que el emisor le comunica. Por supuesto, ese formato “verdad” es la verdad del emisor, que no tiene por qué coincidir con la suya, pero aun así no hay engaño inducido, premeditado o subyacente en la comunicación. En muchos de estos brotes de sinceridad, tampoco será el ser de la persona quien se esté expresando, pues para la mayoría de nosotros, la consciencia de nuestro Yo Superior está solapada bajo nuestra consciencia artificial y personalidad virtual, y no es más que un observador de lo que le sucede a esta sin intervenir. En estos casos, la sinceridad de personalidad a personalidad puede herir, ya que se suelta lo que uno piensa de buenas a primeras, sin tener en cuenta el modo de recepción y decodificación del contenido de lo emitido, por la persona que lo recibe.

Sinceridad con amor y empatía

La sinceridad de ser siempre tiene el componente del amor imbuido, y por lo tanto, no es dañino ni busca serlo, mientras que la sinceridad de ego a ego puede tener el problema de que es simplemente la comunicación entre dos subfacetas del carácter de esa persona que se comunican sin filtros ni analizan si lo que se expresa está alineado, ya solo no con el arquetipo “verdad”, que a priori si lo está, sino con el arquetipo de amor, de empatía, etc., algo más difícil de conseguir en el plano humano.

En un mundo ideal de comunicación interpersonal, todo el mundo sabría instantáneamente que piensa, siente y vive el otro (algo que requiere la activación y funcionamiento a pleno rendimiento del centro emocional superior y del centro intelectual superior), por lo que el engaño no sería nunca posible, y el concepto de sinceridad ni siquiera sería un concepto o cualidad deseable, o buscada, ya que sería la norma y lo común, lo standard. Aún estamos lejos de llegar a eso. Sigue siendo más deseable ser sinceros en todo y con todos y aceptar las consecuencias, pero sigue siendo más rentable, especialmente para aquellos en el poder en todos los sectores y niveles de gestión de la sociedad, seguir basando las relaciones y comunicaciones en el engaño, sutil o no, parcial o total, pues tanto entra dentro de la energía y concepto de engaño un anuncio que te maquilla lo que no quieren que sepas de un producto, como una persona que te miente directamente si conviene a sus intereses particulares, políticos, económicos, sociales, etc.

Buscando el equilibrio siendo impecables

Entonces, ¿dónde está el punto medio de equilibrio? ¿Cómo activar la comunicación de personalidad a personalidad alineada con la verdad sin incurrir en efectos colaterales que no podamos parar? Siendo impecables. Impecables con las palabras, con lo que se dice y se expresa, con lo que se hace, con lo que se comenta. El concepto de impecabilidad lo tenéis bien explicado en los libros de Carlos Castaneda, y básicamente nos habla de no derrochar ni un ápice de energía de más en nada, de mantenernos en todo momento alineados con las fuerzas mayores que rigen nuestras existencias. Eres impecable cuando todo está ajustado a cómo tiene que estar, sin tergiversaciones ni manipulaciones por parte de uno, cuando no hay ni de más ni de menos en lo que haces o dices. Eres impecable cuando tu pensamiento, sentimientos y acciones son coherentes y están alineados entre sí, pues la sinceridad no solo se basa en lo que se dice, sino en lo que se hace, en lo que se siente, en lo que se expresa, etc. En el engaño funciona igual, no es solo la palabra lo que puede ser usada como engaño, también los pensamientos, emociones y acciones, pues cada una en su plano y en su nivel de acción, estarán o no alineadas con un arquetipo y concepto base que tiene como sustrato la verdad.

El autoengaño, el ser sinceros con uno mismo

Finalmente, y sin embargo, quizás lo más importante que nos toca trabajar tiene que ver, como siempre, con lo que se cuece dentro de uno mismo. El engaño hacia nosotros mismos es el más dañino, convenciéndonos de que nos gusta algo que odiamos, diciéndonos que estamos bien cuando estamos mal, obligándonos a hacer algo que no soportamos, llevando una serie de cargas en la mochila que nos decimos a nosotros mismos que no podemos soltar, etc. Y, ¿porqué nos autoengañamos? Por miedo a las consecuencias de lo que pueda suceder si somos sinceros con nosotros mismos, ya que te obligas a ver tu propia realidad de forma directa y clara. Otra cosa es que puedas tomar acción para cambiar las cosas que no te gusten de manera inmediata, pero al menos se consigue tener claro lo que hay, y se es sincero con uno mismo, lo que representa, de alguna forma, poner en orden el contenido de la psique, mientras que, por el contrario, el autoengaño representa esconder lo que no se quiere ver, o admitir, en otras partes de la mente, creando un telón o cortina en medio que nos permite hacer las cosas sin querer hacerlas, y evitando tener que lidiar con uno mismo.

En definitiva, la sinceridad es una cualidad del ser porque no conoce otra forma de existir, ya que no hay otra forma de relacionarte con otra parte que es percibida como parte de ti también. El engaño es un truco de la personalidad humana porque somos incapaces por programación de darnos cuenta de ello (ya que así diseñaron los componentes mentales de nuestra psique en los albores de nuestra creación como raza). Ahora bien, todo puede revertirse, porque el ser que somos puede estar opacado o semitapado por la personalidad y sus programas de gestión, pero no está nunca inactivo, sino siempre buscando las oportunidades de aflorar poco a poco a la luz de la consciencia a medida que consigue imbuir en el vehículo que ocupa parte de su visión de la vida, y de cómo gestionar la realidad tratando de conectar cada vez con mecanismos y energías más elevadas y alineadas con esa verdad.

Texto original de David Topi